Los integrantes del Club del Pastor Alemán adiestran a sus canes para seguir rastros humanos
Hay que verlo para creerlo; los perros siguen los rastros que previamente han sido trazados con simples pisadas sobre el terreno, hasta encontrar las 'prendas' que sus adiestradores colocaron en el camino. Cuando encuentran cada una, estos perros detectives se tumban para demostrarlo, el dueño coge el objeto, lo levanta en señal de triunfo y prosigue el animal la senda, olfateando a ras de suelo.
Vino de Tagarischa y Urs V. Donderkanapermüller (los 'apellidos' atestiguan la procedencia de su pedigrí) son dos espléndidos pastores alemanes de la 'línea de trabajo', según explican sus propietarios, José Castillo y Antonio Silvestre, quienes aclaran que en esta prestigiosa raza, que aporta perros de los más inteligentes, hay que diferenciar la línea de belleza, con predominio de ejemplares estandarizados con colores negro y fuego, y la suya, caracterizada por canes de pelaje oscuro, «más feos, porque están más emparentados con el lobo, pero también mucho más listos».
Los pastores alemanes que se utilizan como perros-policías son mayoritariamente de esta línea de pelaje más oscuro y apariencia más feúcha, aunque, en contrapartida, son muy dóciles, disciplinados y muy aptos para enseñarles.
Antonio y José pertenecen, con Urs y Vino, al Club Español del Perro Pastor Alemán (CEPPA), y son integrantes del grupo valenciano Silvecan-Team, al que también se ha adherido David Martín, aunque su perra, Olympia, es bóxer, pero le aplican las mismas enseñanzas y en la práctica logra resultados muy similares a los de sus compañeros. Y eso que la raza bóxer cuenta con un handicap de partida para el trabajo de rastrear: tiene la trufa del hocico más levantada que el pastor alemán, quien es capaz por ello de aplicarla más a ras de piso.
Para demostrar lo que son capaces de hacer estos animales nos hemos citado en un campo de Náquera en el que hubo patatas hasta hace poco. Al estar despejado es más fácil para el espectador observar las evoluciones de los perros, pero entraña complicaciones añadidas, porque hay muchas huellas sobre el terreno; quedan patatas esparcidas, restos de matas arrancadas y pisadas, infinidad de anteriores pisadas dispersas que pudieran despistar al perro especializado.
Cada uno de los dueños traza un trayecto para su perro a partir de una marca. Consiste en andar un largo trecho, sin el animal, colocando de cuando en cuando algún objeto (un trozo de madera, tela, moqueta, un mechero, en ocasiones un teléfono móvil...) Después, una vez 'montado' el escenario, cada adiestrador se colocará de nuevo con su animal en el inicio de la senda previamente recorrida, para ver si el perro es capaz de seguirla con exactitud. La prueba de ello será el hallazgo de las muestras previamente depositadas.
Y así ocurre. Con una fidelidad pasmosa, cada ejemplar hace su trabajo a la perfección. A los espectadores nos es permitido seguir las evoluciones a unos diez metros de distancia. Cuando le llega el turno a Urs, a medio recorrido salta inesperadamente un conejo que huye que se las pela, pero el pastor alemán permanece en lo suyo, no se inmuta. José indica que si en un concurso sucediera algo así y el can en liza se despistara o saliera corriendo en pos del conejo, sería considerado como una falta muy grave. En ese caso, su disciplina y aplicación en la faena demuestran su gran valía.
Vino actúa el último. José hace el ceremonial de inicio, presentándose ante Antonio y David como si fuesen el juez y el comisario. Así se acostumbra el perro para cuando toca concursar. Le ha preparado un trayecto sinuoso, para que el animal pueda demostrar todo lo que sabe. En una de las curvas en seco duda un instante, pero coge el rastro enseguida. En la siguiente, David se ha cruzado con sus pasos, para ver si Vino sigue su trayectoria o la anterior de su propietario, pero el animal vuelve a demostrar que está en lo suyo; y en otra, Damián el fotógrafo, al situarse para cogerlo de frente, queda sin saberlo en la línea invisible, salta cuando se da cuenta, podría provocar que el animal se asustase, pero no, sigue impasible con el hocico siguiendo el rastro hasta el final. Triple triunfo.
Pero ¿qué rastro siguen y para qué sirve esto? Contra lo que podríamos pensar los profanos, influidos por el cine, estos perros no siguen olores de personas o de sus ropas, sino de los microorganismos del suelo que se aplastan con las pisadas, las partículas que se alteran con ellas o las diferencias de humedad que delatan los pasos. Es un deporte, una bella afición para estos enamorados de unos animales que son integrantes de pleno derecho de sus familias, pero su experiencia podría servir también para ayudar a encontrar a personas que se perdieran, o en casos de catástrofes. Como, afortunadamente, no se han presentado cerca desgracias de este tipo, no han tenido ocasión de demostrar su valía, pero están ahí por si acaso. Que sigan sirviendo de buen entretenimiento.
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