miércoles, 10 de febrero de 2010

La fastuosa boda de un perro

Se están esmerando mucho en la cadena Cuatro diseñando la programación. La noche del lunes, hasta la madrugada de ayer, nos ofrecieron un combinado realmente prodigioso. Primero, los Callejeros viajeros se fueron a Lima (Perú) para ofrecernos el paisaje de chabolas y miseria que allí campa tristemente. ¡Ah! Comprendámosles: agotado el filón de los asentamientos barraquistas patrios, exprimido el infame morbo de ir persiguiendo a pobres yonquis que se van taladrando los brazos, las piernas, y hasta la lengua, a golpes de jeringuilla con droga, ahora hacen turismo internacional en busca de miserias extranjeras. Lo de Lima ha sido pavoroso: hacinamiento, pobreza extrema, suciedad, miles de seres humanos en el más absoluto desamparo, y la cámara peinando, retratando, hurgando, arañando, en particular, a los niños, nubes de niños implorando una limosna, «¡una propina, una propina!». Concluido el morboso retrato del hambre y la marginación al estilo Impacto TV, apareció esa pintoresca criatura llamada Rafa Méndez, bailarín y coreógrafo de Fama, al que ahora han puesto programa propio que se llama After hours. Su viaje ha sido el mismo que el de sus compañeros callejeros, pero en lugar de buscar la miseria buscó el lujo más tremebundo y ostentoso. Lo encontró en selectas criaturas de Marbella y de Madrid, podriditas de millones, que viven en el despilfarro más hortera. Resaltemos el caso colosal de Beatriz de Borbón, princesa de Fürstenberg, señora de la que una vez Peñafiel ya advirtió –y cito textualmente– que era una Borbón de El Corte Inglés. Ataviada como iba Gengis Kan cuando cazaba por las estepas de Mongolia, aprovechó la llegada de las cámaras a su mansión para retransmitirnos en directo la boda de su perro. Sentaron a la bestia y a su novia en unos tronos –tras paseo previo en lujoso vehículo de los tiempos de Carrero, o sea, un Dodge de aquella época– y un oficiante, con mucha ceremonia, tras advertir «Si alguien tiene algo que alegar que ladre ahora o calle para siempre», les declaró marido y mujer. Hubo descorche de champán francés, intercambio de collares con piedras preciosas, y Rafa Méndez, fascinado, iba exclamando: «Qué maravilla, hay de todo, Borbones, salmón...». ¡Ah! Solo faltó añadir «Y manda güevos».



fUENTE : http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=685950&idseccio_PK=1498

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