Shanghai aprueba una ley que prohíbe tener más de una mascota por casa, mientras que en el sur del país matan a los canes sueltos en espacios públicos
Figura en el imaginario colectivo occidental que en China los perros van directamente a la cazuela. Nada más lejos de la verdad. Basta con dar un paseo por cualquier calle del país al atardecer para darse cuenta de que los canes cumplen una función más allá de la nutritiva. En la sociedad individualista de la China del siglo XXI, esa condenada a vivir sin hermanos por la ley que reduce a uno los hijos en las familias, la soledad es una enfermedad cada vez más extendida, y las mascotas son uno de los medicamentos más eficaces para combatirla.
Muchos dueños no dudan en tratar a las suyas como verdaderos jeques, y las atenciones que les dedican podrían rivalizar con las de Paris Hilton. Hay quienes incluso sacan a pasear a sus perros con zapatos para que no se dañen las pezuñas. Por eso no es de extrañar que en torno a esta nueva afición haya nacido una espectacular constelación de negocios cuya especialización va desde la sastrería a medida hasta el spa canino. Nada que envidiar a las 'celebrities'.
Pero a las autoridades del país no les hace mucha gracia sufrir una superpoblación que no sea la humana y han decidido cortar por lo sano. El 15 de mayo Shanghai introdujo la 'ley del perro único', emulando a la política de natalidad del país. Desde esa fecha, cada unidad residencial -piso o casa- solo puede albergar un perro, que ha de estar correctamente registrado -un proceso que cuesta 2.000 yuanes (unos 220 euros)- y al día con sus vacuna. En la capital económica del gigante asiático el año pasado un total de 140.000 residentes denunciaron haber sido agredidos por alguno de los 600.000 perros 'ilegales' que, ahora, acabarán en la perrera. Y sus dueños serán sancionados con multas de hasta 5.000 euros. Para que aprendan la lección.
A machetazos
Aunque mucho más allá ha ido la ciudad sureña de Jiangmen, que desde el pasado viernes prohíbe tener un can como mascota. Solo se permitirá el uso de perros para proteger propiedades que excedan los 5 millones de yuanes (más de medio millón de euros). Según se publicó en la notificación inicial, el resto, cuyo número se cifra en 20.000, será sacrificado en plena calle.
No obstante, una vez más, el Ejecutivo ha tenido que comerse sus palabras debido a la furia que han desatado en el ciberespacio las duras imágenes de la matanza indiscriminada de animales en las calles de Jiangmen. Aunque la orden de reubicar a las mascotas sigue en pie, ahora parece que el sacrificio ya no se llevará a cabo a machetazos. Los perros serán enviados al campo, y su suerte allí no se ha detallado. Pero no es difícil de imaginar. «Nuestra intención no es matar a todos los perros de la ciudad, sino crear un ambiente mejor y más saludable», se justificó un policía de Jiangmen al diario 'China Daily'.
Por lo visto un brote de rabia que ha acabado ya con la vida de 42 residentes de esta localidad, en la que más canes se comen de todo el país, es la que ha impulsado esta drástica medida que demuestra, una vez más, las contradicciones que caracterizan a la gran superpotencia asiática.
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