sábado, 14 de noviembre de 2009

En directo-Los perros, evolucionar o morir

Siguiendo el tema de cómo las cosas cambian en poco tiempo, fíjense en los perros. Un perro antes era eso, un perro, hijo de uno cualquiera o de uno del vecino, que guardaba la casa, ladraba a los extraños o mordía a algún confianzudo que se extralimitara.

Ahora, exceptuando los viralatas que siguen siendo los eternos parias intocables de la sociedad perruna, los cachorros que se compran deben tener más pedigrí que una familia real, todos son de pura raza, siempre hijos de algún campeón americano o europeo, descendientes de Fulano, Mengano, Zutano o Esperencejo. Seguro que usted, lector, no sabe quienes eran sus bisabuelos y menos sus tatarabuelos ¿entonces a qué viene tanto, tanto linaje y pureza racial? ¡ ni que fuéramos nazis!

Antes los perros eran analfabetos, un tanto callejeros por naturaleza y lo recibían a uno con saltos espontáneos de cariño cuando llegábamos al hogar. Ahora son graduados en altas escuelas de Alemania, esperando como robots una voz o un gesto de sus dueños para obedecer, ¡Hop! sentado, ¡Hap! echado, ¡Hip! la patita, con tantas cosas aprendidas olvidaron su verdadera forma de ser.

Antes decir que uno llevaba una vida de perros era sinónimo de grandes fatigas existenciales, ahora muchos quisiéramos llevar esa vida con baños, secados al blower, cepillados, vacunas, chequeos médicos, uñas cortadas, camas mullidas, paseos, GPS implantados en las orejas, collares antipulgas, hasta vestidos a la última moda canina.

Ahora los perros van al psicólogo, a centros colectivos de terapia y tienen consultas y tratamientos como cualquier pluriempleado humano que debe cumplir 14 ó 16 horas de trabajo de lunes a sábado por unos miserables pesos y ocho bocas que alimentar. A este paso pronto veremos perros licenciados en psiquiatría tratando a los dueños para saber como deben comportase con ellos.

Antes los perros comían de todo, piltrafas con arroz, carne de pecho, espagueti con sardinas, sobras revueltas, huesos de todas clases y hasta frutas. Ahora sólo comen las cómodas y aburridas bolitas con nutrientes sofisticados que inclusive reducen el olor de las heces. Antes los excrementos de perros eran duros, alargados, con vestigios blancos de los huesos digeridos. Ahora las deyecciones son grandes, oscuras y fofas casi tan contaminantes como las humanas.

Antes los perros servían para guardar las casas y las fincas, ahora esas tareas son para los poderosos pitbull y molosos rottweilers, los demás en su mayoría son perros de simple compañía y de ñoñería. Vean los caniches, son como trapos finos de adorno llenos de ridículos lacitos ¿y los poodles? con pajones en la cabeza, pecho, lomo y patas, parecen señoritas atildadas presentadas en sociedad, ¿y qué decir de los diminutos y siempre malgeniosos chihuahuas, perros para sobo continuo de sus amos y de fácil porte manual?

La verdad es que los perros confirman una vez más la teoría de Darwin, hay que evolucionar cambiando sus caras para parecerse a las de sus dueños, reducir el tamaño para vivir en sus pequeños apartamentos, amansarse para amoldarse a sus caprichos, o de lo contrario, simplemente desaparecer. De los cambios, ni los perros se libran. ¡¡Guau!!

Fuente : http://diariolibre.com.do/noticias_det.php?id=223299

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