Los perros, adiestrados con técnicas de socialización, lucían ayer una pañoleta con los datos del club
Autor de la imagen: | MIGUEL VILLAR
Cuando los doce perros del colectivo «Só lles falta falar» llegaron al patio de tierra del colegio Filomena Dato, de A Valenzá, a una pequeña se le escapó un grito. Media hora más tarde se movía entre ellos tranquila, entre la sorpresa y la curiosidad.
Ayer fue un día especial en el centro. En el patio cubierto sonaba la música de animación del parque de hinchables contratado para la fiesta de despedida del curso. Al lado, miembros de la asociación «Só lles falta falar», un colectivo autodenominado «Clube de cans de familia», protagonizaban una especie de terapia reivindicativa con niños y perros como protagonistas.
La asociación, explica María Sabell, licenciada en Geografía y especialista en conducta animal, «nace porque todos os que temos cans de familia temos as mesmas restriccións que os que teñen un can perigoso: ten que ir sempre preso, con bozal, non pode ir no transporte público nin nos parques... Queremos equipararnos ao sistema europeo que en Inglaterra, por exemplo, regula a convivencia cos cans baixo o nome de Bos veciños».
Para estos buenos vecinos, el colectivo «Só lles falta falar» defiende un buen comportamiento y una buena actitud, que se consigue con aulas de formación que en Ourense se celebran desde hace un año. En Compostela, donde la asociación está más asentada, se realizan también programas de terapia en los que los perros son utilizados como «medicina» en determinadas patologías o incapacidades.
¿Cómo demuestra un perro esa buena actitud? Con actividades como la que ayer se celebró en los colegios Luis Vives y Filomena Dato, asegura María Sabell: «Isto é un exercicio de presión, ruído e movemento, e os cans soportan todo iso. Outros clubes elixen a protesta, pero nós eleximos demostralo así».
Los doce perros que ayer fueron al cole son de diferentes razas y tamaños -Bu, un dogo de Burdeos, pesa 70 kilos-, todos tienen su familia y todos están adiestrados en aulas de educación canina que inciden en la socialización.
Un spaniel bretón , dos labrador retriever , un pastor de Brie , varios cruces y, por supuesto, Bru, el grandullón, permanecen tranquilos, devorados por los chiquillos. Muchos viven en pisos en la ciudad pero eso, dice Sabell, no es un problema: «Os cans queren estar coa súa xente. Non é unha cuestión de espazo, senón de tempo de dedicación, coma os rapaces».
Fuente: http://www.lavozdegalicia.es/ourense/2010/06/23/0003_8566890.htm
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