El día comienza temprano para Stephanie Danzer. Cerca de las seis de la mañana suena el despertador. Ella no se considera una madrugadora. Pero los animales la esperan en el zoológico y, además, ella les tiene gran afecto. Por ello es que, pese a la hora, ella se muestra de buen humor cuando abandona su vivienda, al cuarto para las siete.
La cuidadora de animales ha trabajado más de la mitad de su vida en el zoológico de Duisburg. La grande y robusta mujer de 37 años prefiere la ropa holgada de tipo deportivo. Es la más adecuada para su trabajo. Éste consiste mayormente en tareas de limpieza que resultan extenuantes físicamente. Por ejemplo, cuano e trata de llevar los pesados cajones llenos de zanahorias, apios o coles hacia las jaulas, para alimentar a los animales.
Leer los rostros animales
Con el paso del tiempo, ella ha aprendido a “leer” los rostros de los animales, tal y como lo hacen los detectives en las novelas negras que ella devora en sus ratos libres. Stephanie piensa que esta facultad es indispensable para los cuidadores de animales. Así es como ella se lleva de maravilla con sus protegidos, trátese de aves, bisontes, puercoespines, rinocerontes, perros salvajes, o tirges siberianos. Sólo tiene problemas con las grullas y con dos lobos. “Éstos me tienen muy arriba en su menú preferido”, dice.
Stephanie adora sobre todo a los camellos, aunque uno ya la mordió. Ella encuentra agradable que los camellos busquen la compañía humana. “Los camellos se dejan tocar. En seguida se ponen contentos. Entonces piden con la nariz que uno los acaricie”, relata.
Camino a Nueva Zelanda
Por su parte, Stephanie busca la compañía de su novio, Andreas, en quien le gusta acurrucarse. Ambos comparten un moderno departamento con dos gatos y un perro. Stephanie no prescinde de la presencia de animales, los cuales prefiere a los niños. Es por ello que no quiere hijos propios. Su novio tiene ya dos hijos de un matrimonio previo.
Stephanie y Andreas se conocieron andando en motocicleta. Era una pasión compartida, hasta que Andreas contrajo una enfermedad de los nervios, hace dos años. Ahora él no puede conducir. La motocicleta yace en el sótano, sin que nadie la use.
Andreas tampoco puede trabajar. Por eso ayuda a su novia en las labores del hogar y le prepara emparedados que ella se come a la hora del almuerzo. Pero la enfermedad no los mantiene encerrados en casa. Stephanie Danzer tiene planes: en 2011 quiere viajar a Nueva Zelanda para asistir junto con Andreas a los campeonatos mundiales de rugby. Por ello ahorra cada centavo y trabaja tres turnos vespertinos a la semana en una estación de gasolina. Esto pese a que, de hecho, Andreas es fanático del fútbol.
Autor: Debarati Guha
Editor: Enrique López
Fuente: http://www.dw-world.de/dw/article/0,,5667812,00.html?maca=spa-rss-sp-all-1122-rdf
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