Leonardo Padura: “El hombre que amaba a los perros”

Autor: Leonardo Padura
Editorial: Tusquets
576 páginas. 22 euros.
TRES TINTEROS

Argumento
Iván conoce un día en La Habana a un hombre que pasea dos perros. Sabe de él que se llama o se hace llamar Jaime López, es español y nació en Barcelona. Tirando del hilo de su curiosidad, descubre la tenebrosa identidad del “hombre que amaba a los perros”. Mientras, conocemos la trayectoria familiar de los Mercader en Barcelona, la figura perseguida de Trotski y el hambre y la cruel intolerancia del régimen castrista.

El mismo día que murió Ramón Mercader, el asesino de Trotski, en 1978, Jorge Semprún publicó en un diario de ámbito nacional un durísimo artículo sobre la siniestra y patética figura de este célebre asesino estalinista. No recuerdo exactamente si fue antes o después de esta muerte que Joseph Losey filmó una película donde pudimos visualizar las últimas horas de Trotski y el momento en que Mercader asesta el ya legendario golpe de piolet que acaba con la vida del revolucionario ruso. Todo esto viene a la memoria después de leer El hombre que amaba a los perros. A Padura lo conocemos por sus muy interesantes novelas de género negro. Y por el protagonismo en ellas de su conocido ex comisario Mario Conde. A la hora de leer y valorar ésta conviene no perder de vista el tono desalentador y desilusionado que respira aquella serie. Evidentemente, todas las novelas de Padura tienen su razón de ser moral en el régimen castrista. Ahora el escritor retorna con el mismo espíritu de indignación histórica y política. Su novela se desarrolla en torno a la figura de Ramón Mercader. En cómo se fue larvando durante la Segunda República su cruel figura y cómo su madre, Caridad (Dios mío, llamarse así…), fue alimentando en el hijo la semilla del odio ideológico y de clase. Bien contada esta historia, que no deja de ser la de una familia adinerada de la burguesía catalana, y a la vez mejor conectada con los años revolucionarios de Trotski y la intolerante y miserable Cuba de las décadas de 1970 y 1990.

Por J. Ernesto Ayala-Dip